miércoles, 20 de mayo de 2009

El Reto de ser Líderes

Muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos siendo líderes y, quizá por eso, no resulta fácil definir esa parte para fortalecerla y transmitirla.”


Muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos siendo líderes y, quizá por eso, no resulta fácil definir esa parte para fortalecerla y transmitirla.”
Celebramos el Día de la Mujer, así le llamamos al espacio que un grupo de amigas creamos para nosotras, con el fin de encontrarnos y escucharnos por el gusto de vernos y conversar sobre nuestra vida; un espacio destinado a compartir inquietudes, preocupaciones, sueños, amores, desamores, proyectos, logros y fracasos. Ahí nos encontramos con la coincidencia en un tema que hoy resulta de los más socorridos en el mundo de los negocios: el liderazgo.
Y es que yo estaba en medio de un conflicto personal que me obligaba a hacer una revisión interna y externa que me permitiera llegar a una conclusión o, mejor dicho, a una definición de mí misma. Acababa de tener una evaluación que se realiza anualmente en la compañía donde trabajo, examen que permite identificar, no sólo nuestras debilidades, sino especialmente nuestras fortalezas, para trabajar en ambas y lograr las metas profesionales que nos hemos trazado.
Al hacer mi autoevaluación me tropecé con uno de los aspectos más importantes: Leadership… Así se lee en el formato que debo llenar y ahí me detuve. Debía anotar lo bueno y lo malo de mi liderazgo. Tras varios intentos, concluí que requería una inmersión más profunda que el mero logro de una lista de cualidades y defectos, reales o percibidos. Así, de manera inconsciente, llevé el tema hasta la reunión, pero la reflexión de grupo me hizo notar varios puntos sobre el liderazgo que ejercemos o intentamos ejercer las mujeres de ahora.
Digo intentamos porque muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos siendo líderes y, quizá debido a ello, no resulta fácil definir esa parte para fortalecerla y transmitirla. Ahí concluimos que uno de los aspectos más importantes que nos impiden visualizarnos como líderes en nuestros ámbitos —a pesar de serlo— es que no hemos aprendido a vernos en ese plan; de ahí la necesidad de contribuir a generar una cultura que fortalezca la autoestima femenina, íntimamente ligada al liderazgo.
Quizá por eso tenemos o, mejor dicho, conocemos más líderes hombres que mujeres, pues no podemos negar que somos alimentadas con una dosis de autoestima muy distinta de la de los varones: el seno familiar hace las primeras distinciones y luego la sociedad se encarga de realizar otras.
No agotamos el tema en la reunión del Día M hasta no hablar del miedo que generan los nuevos retos, pues el fracaso no es ajeno al liderazgo y a nadie le gusta tener la sensación amarga que genera. Por eso cuando se presentan los nuevos retos se genera el impulso de no asumirlos y quedarse ahí donde nos sentimos seguras y cómodas. Las mujeres debemos saber que ser líder exige quitarse el miedo, aceptar el reto, reconocer fortalezas y debilidades, pero, sobre todo, estar seguras de nosotras, de lo que somos, de lo que no y de lo que podemos ser.
Dejar que el miedo y la autolimitación tengan la última palabra es uno de los mayores peligros para el liderazgo femenino. Ese día concluimos que es muy grato tener cada vez más y mejores líderes mujeres, que nos sirven de ejemplo, alimentan la autoestima colectiva, nos motivan e inspiran, pero también reflexionamos sobre la necesidad de una buena dosis de autoestima masculina, pues se requiere para ceder espacios, recibir el talento de otros(as) y aprender a expresar la confianza que se tiene en el potencial.
Muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos siendo líderes y, quizá por eso, no resulta fácil definir esa parte para fortalecerla y transmitirla.”
Celebramos el Día Internacional de la Mujer, el Día M… así le llamamos al espacio que un grupo de amigas creamos para nosotras, con el fin de encontrarnos y escucharnos por el gusto de vernos y conversar sobre nuestra vida; un espacio destinado a compartir inquietudes, preocupaciones, sueños, amores, desamores, proyectos, logros y fracasos. Ahí nos encontramos con la coincidencia en un tema que hoy resulta de los más socorridos en el mundo de los negocios: el liderazgo.
Y es que yo estaba en medio de un conflicto personal que me obligaba a hacer una revisión interna y externa que me permitiera llegar a una conclusión o, mejor dicho, a una definición de mí misma. Acababa de tener una evaluación que se realiza anualmente en la compañía donde trabajo, examen que permite identificar, no sólo nuestras debilidades, sino especialmente nuestras fortalezas, para trabajar en ambas y lograr las metas profesionales que nos hemos trazado.
Al hacer mi autoevaluación me tropecé con uno de los aspectos más importantes: Leadership… Así se lee en el formato que debo llenar y ahí me detuve. Debía anotar lo bueno y lo malo de mi liderazgo. Tras varios intentos, concluí que requería una inmersión más profunda que el mero logro de una lista de cualidades y defectos, reales o percibidos. Así, de manera inconsciente, llevé el tema hasta la reunión, pero la reflexión de grupo me hizo notar varios puntos sobre el liderazgo que ejercemos o intentamos ejercer las mujeres de ahora.
Digo intentamos porque muchas veces ni siquiera somos conscientes de que estamos siendo líderes y, quizá debido a ello, no resulta fácil definir esa parte para fortalecerla y transmitirla. Ahí concluimos que uno de los aspectos más importantes que nos impiden visualizarnos como líderes en nuestros ámbitos —a pesar de serlo— es que no hemos aprendido a vernos en ese plan; de ahí la necesidad de contribuir a generar una cultura que fortalezca la autoestima femenina, íntimamente ligada al liderazgo.
Quizá por eso tenemos o, mejor dicho, conocemos más líderes hombres que mujeres, pues no podemos negar que somos alimentadas con una dosis de autoestima muy distinta de la de los varones: el seno familiar hace las primeras distinciones y luego la sociedad se encarga de realizar otras.